lunes, 19 de marzo de 2007

El encierro

Por Iván Carrillo

Llevo varios días encerrado en este cuarto y no logro entender por qué no puedo salir de él. No escucho ruidos y afuera la vida parece inmóvil, como si alguien le hubiese puesto pausa al estruendo cotidiano de una ciudad en agonía que se niega a recibir la extremaunción del cataclismo.

Ellos me torturan cada ocho horas, quieren exprimirme una verdad que no conozco, que ni siquiera sospecho, pero que me exigen aceptar para que todo termine y podamos seguir nuestras vidas rutinarias en donde los únicos que destacan son los muertos que se burlan de los vivos y castigan a los moribundos como yo.

Si les digo lo que creen que sé, podría tener una oportunidad de no ser hostigado un minuto más, pero el simple hecho de saberme derrotado por su cerrazón, me impide concentrarme para escupir los argumentos que desean oír antes de que suene el silbato para el cambio de guardia.

Recuerdo que estaba dormido y de pronto se escucharon voces, tal vez gritos y un estallido en la puerta. Sentí sus pisadas apresuradas recorriendo la casa y buscándome en cada rincón, detrás de las cortinas y hasta en el escusado. ¿Podría haber escapado por ahí?

Nunca lo pensé y tal vez ni siquiera habría valido la pena, pues mi cuerpo no me responde, está hecho nudo dentro de la lavadora y no sé si resistiré hasta llegar al periodo de secado. Todavía estoy en el remojado extra cuando un puño se enreda en mis cabellos y me saca de un solo tiro. Al fin me descubrieron.

Tú sabes dónde está el siquiatra del Instituto, siempre lo has sabido, así que la situación es simple: lo aceptas, te creemos, nosotros seguimos con nuestras vidas y tú con el mismo futuro designado para ti desde que decidiste aniquilar al doctor. ¿Por qué lo hiciste? ¿Cómo ocurrió? ¿Desde cuándo descubriste que querías desaparecerlo?

No entiendo a estos tipos, ¿Qué doctor? ¿Quién lo desapareció? ¿Por qué es tan importante? Alguien aquí está loco y nos va a enloquecer a los demás. Cierro los ojos para ver si en la memoria hay alguna pista que me ayude a salir de esto, pero no, todo está en blanco, las paredes, el techo, no hay nadie, ni siquiera estoy yo mismo en ese laberinto de imágenes.

Creo que voy a aceptar, les diré que sí a todo sin importar lo que venga después, nada puede ser peor que seguir en este encierro donde no puedo ni moverme. No sé si estoy sentado o de pie, me encuentro envuelto, inmóvil y la comezón me está deshaciendo la nariz… ¡por favor, que alguien me rasque!

Abro los ojos y hay una mujer frente a mí. Me mira como si estuviera ante un fantasma y una lágrima resbala por su rostro y se estrella en su rodilla. La limpia como sacudiendo el polvo, me regala una sonrisa compasiva, se levanta y antes de salir sentencia, “el doctor se fue y solo nos dejó su cuerpo como postdata. Amárrenlo bien para que no se lastime”.

1 comentario:

Joaquin dijo...

Siento un parecido a La noche al revés (no recuerdo bien el título) del maestro Cortázar.

Me encanta la imagen del final.