martes, 25 de septiembre de 2007

El poder del pudor

Todavía tengo marcado en el rostro el contorno de su mano. Ella nunca fue violenta, aunque también debo admitir que nunca aprendió a escuchar; los convencionalismos sociales la marcaron desde niña y de poco sirvió la caparazón en la que se refugió con su bandera liberal.

¿Si ya vivíamos juntos para qué quería que firmara un papel? Ella argumentó que eso le daba la certeza de que no la engañaría y en realidad así fue, porque jamás le prometí dejar de ser carne. Nunca acepté que renunciaría a admirar la sincronía de unas caderas y el embriagante poder de una sonrisa.

Ella lo dejó todo por mi, o almenos eso dijo, y yo le fallé porque no fui capaz de renunciar a mi vida por ella. Según me gritó la última vez que nos vimos, yo jamás aprendería a estar con alguien, porque era el prototipo ideal del hombre infiel.

Creo que nunca logró entenderme, pues mi problema no es la infidelidad, sino que me enamoro con facilidad... un instante después de explicarle ésto, su mano se estrelló en mi mejilla, las venas de mi ojo se reventaron y me mandó al carajo sin ningún pudor, “ya puedes largarte con tu esposa”.

Iván Carrillo

2 comentarios:

Fernanda dijo...

Sólo me queda decir MARAVILLOSO!! Y admirar de lejos el poder de tu pluma.

https://puratintapura.blogspot.com/2018/11/algo-se-murio-en-mi-con-la-partida-de.html dijo...

Qué poco aguantó, jajaja.

Seguro estás reservando tus mejores madrazos... ya quiero leerlos.