jueves, 20 de septiembre de 2007

Besar la luz y desamar al padre...

De las 11:00 a las 12:00 del día, el sol reposa algunos de sus brazos en mi sala.
Mi hija que tiene un año de edad se acerca a ellos y los besa, lame la luz posada en el suelo… y su mirada me dice que sabe rico…

Tengo un hijo cuya edad lo ha rebasado; me explico, la pubertad lo arrasa de pies a manos y diluye su amor hacia su padre. Casi no lo veo, porque él no lo desea, eso dice su madre a través de él mismo.

Corrijo, parece que no tego, más bien tuve un hijo que me amaba de tiempo completo.

Supongo que igual que mis hijos, lo mismo viví. Besé la luz y dejé de amar a mi padre.

Como lo demuestra la experiencia (la mía), todo es pasajero: luego de muchos años (34 para no dejar duda) he vuelto a besar el sol y la relación con mi padre mejora... me pregunto si a eso se refieren los que saben respecto de la vida cuando hablan de la sal y pimienta de la ídem... quiero creer que sí.

Miguel G. Galicia

1 comentario:

Iván Carrillo dijo...

Todos los días intento besar al sol; busco el sabor a sal o por lo menos algo que se asemeje a la pimienta, pero sigo sin encontrar la receta, el sabor que me permita volver a mirarlo a los ojos para que la relación mejore. Todos los días voy tras el sol, pero siempre me detengo a disfrutar el momento en que mis hijos lo hacen y me sonríen, indulgentes, como mirando cómo avanza imbatible el reloj de arena que tal vez se esté llevando con él toda la sal y toda la pimienta. Eso solo lo sabre cuando el sol vuelva a salir y mis hijos permanezcan ahí.