jueves, 11 de diciembre de 2008

La mujer es horrible...

Miguel G. Galicia


La mujer es horrible, se para junto a mí y me toma de la mano, me besa y susurra algo en mi oído, me dice que me ama. Volteo ofendido y, a la vez asustado. ¿Qué? le espeto iracundo... ella dice que yo también la amo.
Habráse visto, pero ¡si en mi vida la había mirado!; además es horrible. No, permíteme, ni te conozco. Ay ya vas a empezar de nuevo, mira mejor siéntate, enseguida le llamo al doctor. Ten, tómate la pastilla.
Sin oponer resistencia acato, y pienso, como en película antigua, en blanco y negro. Rápido, lento, borroneado, a cachos, sin sonido, con líneas por toda la pantalla...
Tengo una mejor vida que esto, no, no es verdad que vivo en esta casa gigante de mil habitaciones, ni tengo un perro, ni servidumbre, yo, yo apenas gano para sobrevivir, soy periodista y escribo a veces para distraerme.
Lo que son las cosas, repito una vez pero el eco de la idea se multiplica en la caverna de mi mente/película. No, no tengo hijos, los que tuve los perdí en algún momento del camino.
Ella, la horrible, da paso a una hermosa mujer, llena de luz, pero sale de aquella. Me explico: como si se tratara de una bolsa amorfa abre su cuerpo del pecho y como si tuviera un cierre de punta a punta, lo desliza de arriba hacia abajo.
Su sonrisa destella y sangra, ¿porqué sangra? Sin piel, sólo tiene una masa de músculos enrojecidos. El líquido rojo muta en ramas verdes que la cubren de una piel rugosa, verdosa, musgosa.
Mi hermosa huele a bosque, nuestro amor huele a selva de besos húmedo, de caricias quebradizas, a tierra de coño y culos mezclados, a saliva evaporada. El sol se cuela por algún lado, allá arriba en las ramas más altas del follaje ennegrecido; donde la luz acaricia primero.
De las ramas cuelgan frutos rojos; intensísimos tonos rubíes, Mi hermosa es una giganta, me levanta en vilo y me acerca a ellos. Toma uno, lo pone frente a mí, y ya siento en las pupilas su poder. Lo cojo a dos manos y recabo toda la información que puedo de un solo golpe. Es un corazón, como el de cientos. Estos gigantes milenarios dan corazones, pródigos, caen, al suelo y ruedan enrojeciéndolo todo.
Pregunto cómo puede ser esa maravilla. Mi amada responde que este lugar ha sido creado por los que aman, sin embargo hay otros que forman los asesinos y en lugar de músculos cardiacos lo que cuelga son cabezas. Putrefactas, de miradas desorbitadas. Es una especie de infierno, cuestiono, ella responde que no, eso es únicamente el principio del fin de todo. La humanidad vive y muere en otra parte, en tu mundo, tu tiempo; por una razón desconocida cuando alguien desaparece de esa dimensión las cabezas brotan como frutas y maduran, no sin antes sufrir lo necesario. Escuchas ese rumor inextinguible, pues son los lamentos de todos aquellos cuya muerte los trajo aquí. Una vez maduros, desfallecen y el suelo se abre para engullirlos, y torturarlos hasta lo imposible.
Pero no temas este bosque es diferente. La sabiduría llega a mi interior con rapidez. El sonido de miles de latidos, se funde en una maraña sonora donde millardos de aves y animales más picotean lo que trae consigo nuestro amor… Reacciono y ella sigue allí, diciéndome que es la mujer más hermosa del mundo, así se lo he dicho yo, maldita mentirosa, lo mejor será que la mate, esperaré a que duerma. No me gusta el sonido de las cabezas cuando ruedan por el suelo…

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