viernes, 3 de octubre de 2008

Todo depende del cristal

Sé que tengo un problema y debo resolverlo. Mis amigos consideran que no es bueno enamorarme de cada mujer que miro en la televisión. Pero si son tan lindas, tan buenas, tan llenas de mensajes, luchadoras y dispuestas a perdonar todo, ¿cómo no caer en la tentación?

Es cierto que con frecuencia me dejo llevar por la primera impresión, que un buen vestido e incluso un traje deportivo ajustado, me hacen girar la cabeza invariablemente. Pero eso no es un pecado. Incluso me atrevo a pensar que es un don, un regalo de la naturaleza que me fue concedido para disfrutar en plenitud de la figura femenina.

Sin embargo mi médico tiene un diagnóstico distinto. Dice que soy un enfermo adicto al cristal de colores, un sujeto que se deja influenciar por todos los estereotipos que gente sin escrúpulos ha creado cuidadosamente para robarnos, a la gente de buenas costumbres y sentimientos, esa pizca de inocencia que todavía conservamos.

No estoy de acuerdo con él. De hecho difiero totalmente. Empezando porque no me he dejado engatusar por ningún cristal… la mía es una pantalla de plasma donde millones de puntitos de color me dan una imagen nítida de mis grandes amores, donde su alma se transmite de forma tan clara, tan transparente, que dudo me estén engañando.

Ellas siempre tienen una sonrisa, una clase de brillo con el que uno solo puede contagiarse, inspirarse para alcanzar un trozo de ese paraíso en el que seguramente viven. Por eso no creo cometer un error al dejar que mi corazón se agite al verlas, que mi piel añore siquiera rozarlas, porque en el fondo lo que busco es una pizca de esa felicidad que algún maldito me roba con cada corte comercial.

Iván Carrillo

No hay comentarios.: