El golpe tuvo un efecto inmediato, el ojo salió expedido de la cuenca. El rojo intenso de los trozos de carne escurrió deformándole la cara ya de por sí irreconocible.
Golpeó hasta destrozar sus manos. Ja, estamos a mano, pensó en voz alta, no tienes rostro, no tengo manos.
Miguel G. Galicia
viernes, 24 de agosto de 2007
A mano...
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a la/s
1:25 p.m.
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1 comentario:
Hay quienes constantemente levantan la mano para hacerse entender, pero tu relato me pareció un festín de realidad urbana... ¡me gustó mucho mano!
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